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Los virreyes ocuparon un lugar de capital importancia en el sistema político y administrativo de la Monarquía Hispana. Su institución fue celebrada como una ingeniosa ficción legal que resolvía el problema de que el soberano de muchos territorios pudiera gobernarlos como si sólo lo fuera de cada uno en particular, desdoblando su persona en un alter ego que realizaba sus funciones. Durante mucho tiempo se presentaron como ejemplo de una época feliz de descentralización y modelo del Estado confederado de los Austrias, que supieron, a través de esta institución coordinar y articular el conjunto de su Commonwealth sin llegar al abusivo centralismo del absolutismo francés. Parrino, un historiador napolitano del siglo XVII, explicaba con meridiana claridad las virtudes del hallazgo: “Del Rey se expiden los virreyes, o sea sus vicarios, al Gobierno de sus reinos, la autoridad de los cuales no se asemeja aquella del prefecto pretorio o de los procónsules como afirman los juristas, sino que es mucho mayor, está salvaguardada por la amplísima potestad que le concede el príncipe, especialmente en nuestro reino de Nápoles, porque es representante de su misma persona. De aquí, que tienen los honores y prerrogativas que son atribuciones particulares de la persona del Rey, gozan de sus mismos privilegios y preeminencias y se les debe la misma reverencia que se debe a la persona del príncipe, del cual los virreyes son imágenes, como son también su autoridad (…) De esta manera las monarquías no sufren ningún daño por la ausencia del príncipe, que por medio de su primer ministro envía como por vena maestra la sangre y el alimento a los miembros lejanos, y los maneja y gobierna como un brazo de su potencia, dividido físicamente del busto, pero moralmente unido al conjunto”
(D.A. PARRINO, Teatro eroico e politico de'governi de'vicerè del Regno di Napoli. Volumen I, Nuova Stampa del Parrino e del Mutii, Napoli 1692 capítulo introductorio "Della dignità ed autorità de Vicerè, Luogotenenti, e Capitani Generali del Regno di Napoli")
Los historiadores institucionalistas presentaron a virreyes y gobernadores como parte de una red jerarquizada, subordinados a las directrices de los órganos centrales del "Estado" y bajo su directa dependencia. Pero, el virreinato, como "institución" carecía de una regulación o reglamentación precisa, no existía un aparato normativo que fijase su cometido (no estaban regulados por pragmáticas u ordenanzas y sus instrucciones tenían carácter orientativo), su autoridad tenía perfiles borrosos (oscilando entre la independencia y la subordinación) y el hecho extraordinario de ser la encarnación del rey, su doble o "alter ego" nos sitúa ante el problema de la naturaleza y los límites de su poder.
En el caso americano se dibujó borrosamente en el título tercero de las leyes de Indias: "Establecemos y mandamos que los reynos de El Perú y Nueva España sean regidos y gobernados por virreyes, que representen nuestra real persona y tengan el gobierno superior, hagan y administren justicia igualmente a nuestros súbditos y vassallos y entiendan en todo lo que conviene al sosiego quietud, ennoblecimiento y pacificación de aquellas provincias, como por las leyes de este título y recopilación se dispone y ordena", (Recopilación de las leyes de los reynos de las Indias, Madrid, Julián Paredes, 1681, tomo II, 12).
Es posible que fueran gobernadores de "mayor porte", pero, como escribiera un memorialista del siglo XVII, su independencia era insufrible para cualquier soberano, puesto que no estaban atados ni a leyes ni a normas, pudiendo obrar a su albedrío excusándose con la fórmula de "se obedece pero no se cumple”. La distancia, obligaba a delegar en el virrey todas las funciones soberanas incluso cuando, en el siglo XVIII, todas las decisiones dependían de Madrid pero, tal y como se le informa al virrey Revillagigedo “Y así, el Virey en cuanto llegue á su noticia y esté de su parte, según las distancias lo permitan, deberá providenciar y en todo disponer”
(Instrucción al Sr. Conde de Revillagigedo, marqués de las Amarillas, 28 de noviembre de 1754, en Instrucciones que los virreyes de la Nueva España dejaron a sus sucesores, México, Imprenta de I. Escalante, 1873, vol. I, p.340).
El análisis del sistema virreinal bajo los Austrias ha de hacerse en orden cronológico estudiando las respuestas de la Corte ante los desafíos de un Imperio que crecía a toda velocidad hasta el punto de parecer inabarcable:
1- ¿Cómo gobernar el mundo?: La creación del virreinato.
Monarquías modernas, reinos múltiples, monarquías compuestas. El problema de la ausencia del rey y el gobierno de los territorios.
2- La monarquía Hispana y los reinos.
La transformación de Madrid en Corte devaluó el sistema virreinal y la figura de los virreyes fue cuestionada dando objeto a una intensa discusión sobre la naturaleza de la Monarquía. Al mismo tiempo, el desarrollo de los consejos territoriales puso límites al carácter compuesto del que presumía la corona
3- El apogeo del virreinato puro
La incorporación de Portugal en 1580 indujo un nuevo modelo de Monarquía, con vocación universal. Se valorará la fijación de imágenes, ceremonias y rituales, el desarrollo de las diversas culturas virreinales y la comparación de unos modelos con otros. Esta es una monarquía con múltiples centros.
4- La encrucijada de 1640 y la reconfiguración del sistema
La crisis hispánica de 1640 tuvo como común denominador la ausencia del rey de los reinos, el agotamiento del sistema virreinal descentralizada y donde la ausencia del rey pesa con fuerza. El modelo fue revisado y no puede decirse que las revoluciones “periféricas” fracasaron porque de ellas nació una nueva fórmula en la que los virreyes quedaron sujetos a la Corte central.
5- Lealtad y práctica en los Imperios europeos
En el siglo XVIII los imperios británicos, francés, holandés y portugués convivían con el español compitiendo por el control del tráfico comercial y las riquezas del mundo. Suelen fijarse dos fases en la expansión europea, la hispano portuguesa en el siglo XV y la de las potencias septentrionales en el siglo XVIII. En realidad las pretensiones comerciales de los imperios construidos por compañías por acciones fueron siempre sometidas a imperativos políticos. Todos los Imperios acaban convirtiéndose en estructuras políticas y los factores económicos que permitieron su construcción acaban dejándose de lado en aras de intereses militares y diplomáticos, que anteceden su decadencia y disolución.
Para completar véase el vídeo: La transformación de los virreinatos durante el siglo XVII
Bibliografía:
Rivero Rodríguez, M. (2011). La edad de oro de los virreyes. Madrid: Ediciones Akal.
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